Hace unos días recibí uno de aquellos e-mails que,
primero, te alegran el día y te hacen un poquito más feliz para, a
continuación, amargarte de forma aguda (aunque transitoria) un poco la
existencia. Se trataba de una editora de una prestigiosa revista, pidiéndome
exquisitamente que escribiera un editorial sobre un artículo que yo mismo había
revisado para la revista… todo educación, amabilidad, alguna idea a desarrollar
e indicaciones sobre qué papel tienen los editoriales en esa revista… ¡y encima cobrando unas libras por la colaboración!. Aceptar
rápidamente fue mi primer impulso… ¿cómo no aceptar tal “propuesta deshonesta”?
Pero tras el subidón inicial (¡el BMJ no me invita a escribir
un editorial cada día!) y casi a punto de aceptar aparecieron las dudas. El tema
lo conocía, el artículo era bueno, el plazo bastante asequible… pero escribir
un editorial para BMJ (o para cualquier revista) es toda una responsabilidad.
Finalmente, tras meditarlo con algo más de calma, respondí al e-mail aceptando la
invitación e inmediatamente reservé unas horas en mi agenda para dedicarle
tiempo “de calidad” al editorial. Unos días después, la “cita” con el editorial
fue algo frustrante: apareció ese bloqueo
que te impulsa a procrastinar, y procrastiné. Dándole vueltas al asunto unos
días después, me dije a mi mismo: “aplica lo que intentas enseñar en los cursos
de escritura”, “piensa y genera ideas”, “pon esas ideas por escrito en una
frase”, “haz explotar esas ideas en párrafos coherentes y bien estructurados”, “acuérdate
del embudo”…. Y resultó bien la cosa… tanto, que cuando casi tengo terminado el
editorial me digo: “esto lo tienes que explicar en el blog, y así aprovechas
para explicar qué es esto de los editoriales”. Pues en ello estoy. Para ello
voy a reciclar algún material que he escrito con Ana M. García para
el curso de Escritura de
artículos científicos del Master de metodología de la investigación
en ciencias de la salud de la Universitat Autònoma de Barcelona.
El editorial es un texto breve, normalmente en un lugar
prominente de la revista, en el que se expresa una opinión o se interpretan los
resultados o las opiniones recogidas en otros artículos. Los editoriales suelen
ser un encargo del director o directora de la revista o por su equipo a autores
con experiencia en el campo sobre el que se desea el editorial. Normalmente, la
revista pide a una persona experta en ese campo de investigación (que a veces
ha sido evaluador externo del manuscrito, como os contaba antes) que elabore un
editorial, comentando las aportaciones que hace ese trabajo o abriendo algunos
puntos de debate a partir del mismo.
El editorial no tiene una estructura tan clara como un artículo
original. El IMRD (Introducción-Métodos-Resultados-Discusión) no se aplica a los editoriales.
Además, los editoriales son textos breves, según la revista entre 600 y 1500
palabras, de manera que las ideas-clave del mismo deben ser evidentes para los
lectores. En un editorial debemos encajar lo que queremos expresar de manera
clara y con una secuencia lógica en un espacio bastante limitado. ¡Complicado
pero no imposible!.
La “secuencia lógica” del editorial
típico empieza con un párrafo a modo de introducción, con la enunciación del
problema o cuestión principal y una tentativa de respuesta. BMJ, por ejemplo,
sugiere al autor que cite el artículo comentado durante las 125 primeras
palabras del texto (que recomiendan no sea de más de 800 palabras, y más corto
si es posible). A este párrafo inicial siguen unos párrafos intermedios en los
que se proporcionan evidencias y propuestas interpretativas. Para finalizar, el
último párrafo debería ser conclusivo, con una
respuesta convincente y concluyente. Muchas veces, la respuesta podría ser que
no existe tal respuesta... ¡si la
argumentación es correcta, eso es más que aceptable!. Pocos editoriales tienen
tablas, y tampoco figuras. Las citas bibliográficas deben ser recientes y
realmente relevantes. Dada la brevedad misma del editorial, es frecuente que
las revistas limiten las referencias (10 ó 20, no más). Y aunque lo he dejado
para el final, un elemento importante de los editoriales (como en los
originales) es el título. Las revistas son más flexibles con los títulos de los
editoriales y aceptan títulos más “sugerentes”, con juegos de palabras o con
algún tipo de “guiño” que los hagan más atractivos. Eso lo podéis comprobar
fácilmente revisando conjuntamente los títulos de algunos editoriales y de los
artículos “editorializados” de algunas revistas de calidad.
Con estos deberes para quien esté
motivado por el tema os dejo. Yo me vuelvo a mi editorial para el BMJ, pendiente
de algunos retoques y que he abandonado un ratito para relajarme (¿procrastinación?)…¿Qué
experiencias tenéis como lectores de editoriales? ¿Ayudan, son siempre claras,
se parecen a lo que he descrito? Y como autores, ¿os parece más o menos difícil
que escribir otras cosas?.
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